Las Brujas de San Fernando (Crónica negra)

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Hoy vamos a hablar de un escabroso asesinato cometido muy cerquita de mi casa, a unos 21 kilometros, en San Fernando , Cadiz. Clara García Casado vivía en San Fernando (Cádiz) y tenía 16 años ese 26 de mayo del tan señalado año 2000. Tenía, también, un novio: Manuel Alejandro. Tenía, además, un buen grupo de amigos y amigas, entre las que había dos, Raquel e Iria, a las que no veía desde hacía tiempo. Ya se sabe, la vida, tener novio, conocer a otros amigos, gustos diferentes. Pero la amistad seguía ahí, perduraba, y ahora las iba a volver a ver. Ese mismo día. Dejaría a Manuel antes de la cena para encontrarse con ellas porque Iria la había llamado para echar unas risas recordando sus correrías en común y salir juntas de nuevo.

     Clara estaba entusiasmada. A Manuel le parecía que ese dia no tenía otra conversación. Se había estado riendo de las veces en que había practicado la Oui-ja con ellas.  Clara también le dijo a Manuel que le preocupaba Raquel, porque tenía que repetir curso.

     Así que Clara se fue a su casa y Manuel se marchó preocupado cuando la dejó porque no le gustaban mucho sus amigas. Pensaba que eran una mala influencia para Clara. Eran raras, todo el mundo lo decía. Vestían siempre de negro, eran fanáticas del espiritismo y habían tallado en sus pupitres del Instituto una tabla de Oui-ja.

     A las 21:30, Clara llamó a Manuel (a través del teléfono  fijo. Hace 15 años no era tan común que todos los adolescentes tuvieran un móvil del que estar pendientes –o depender- todo el tiempo, como ocurre en nuestros dias) y le confirmó que salía hacia su cita con sus antiguas amigas. Le dijo también que iban a ir a un descampado conocido como “El Barrero”. Hacia allí iban Clara y Raquel cuando su amigo Gorka las vio, con una litrona de cerveza y muy contentas, ir hacia el encuentro de Iria, que las estaba esperando en el lugar de la cita, esa fue la última vez que se vio a Clara con vida.

Hacia las tres de la mañana los padres de Clara se ponen en contacto vía telefónica con Manuel preguntando por Sara. Sara no estaba en casa, Sara no estaba con Manuel , aquí empieza la pesadilla.

   

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Apasionadas al ocultismo y la brujería, Iria y su amiga Raquel Carlés Torrejón, habían reconstruído con las cartas del tarot, el crimen que iban a cometer aquel 26 de mayo, en el descampado del Barrero. En su casa la policía encontró la carta que representa a la doncella, desplomada bajo la carta de la luna, junto la carta de la torre… Como una burda dramatización esotérica del brutal asesinato de Clara García Casado, que murió a la luz de la luna, y a la sombra de la torre del cuartel de infantería de San Fernando, porque dos amigas adolescentes querían saber que se sentía al matar…

Se habían afanado en prepararlo todo: el escenario del crimen, el arma homicida y las excusas, pero el profundo corte que una de ellas tenía en uno de sus brazos fue determinante para que los policías se convencieran de que I. S. G. y R. C. T., de 16 y 17 años, mentían y podían estar involucradas en la muerte de Clara G. C. Hasta que los agentes vincularon la herida con el forcejeo que se produjo durante el apuñalamiento, la coartada fabricada por las dos chicas en la noche del crimen anterior a su interrogatorio no presentó fisuras.

Los investigadores creen que I. S. G. recibió en el antebrazo un navajazo que iba dirigido a la víctima. En otra muestra de sangre fría inaudita, fuentes cercanas a las pesquisas aseguran que, horas después del suceso, la joven se autolesionó en la misma zona del brazo con un cristal para justificar la lesión.El relato de los hechos que habían elaborado en el domicilio de I. S. G. casi tres horas después de que supuestamente asestaran 18 puñaladas a su ex compañera de clase y de la que habían sido buenas amigas en el pasado, funcionó inicialmente. Las coartadas están manuscritas por I. S. G. en unas cuartillas que la policía halló entre los cajones de su habitación. En sus primeras declaraciones ante la policía antes de ser detenidas defendieron su historia ficticia. Después, ambas se autoinculparon.

Los hechos reales y los inventados comienzan a distanciarse hacia las 21.00 horas. Según la versión pergeñada por las jóvenes, antes de encontrarse con Clara compraron una litrona de cerveza en un establecimiento próximo al descampado de El Barrero, en San Fernando, donde ocurrieron los hechos y el novio de Clara encontró el cadáver el sábado por la mañana. En su coartada, aseguran que se vieron con la víctima hacia las 21 horas y que 15 minutos después, ésta y R.C.T. discutieron. Según su versión, la chica asesinada dejó el lugar poco antes de las 21.30 horas.

En realidad, se calcula que a esa hora estaban supuestamente perpetrando el macabro asesinato. Así lo confirma uno de los testigos: el soldado que hacía guardia en una garita del Observatorio de la Marina y que declaró haber escuchado «jaleo» a esa hora. Fuentes de la investigación añaden que el soldado oyó decir a una chica: «¿Qué me habéis traído aquí, para matarme?». No vio nada pero alertó al oficial de guardia, quien restó importancia al suceso.

En las cuartillas las jóvenes habían escrito que se quedaron en El Barrero hasta las 23.00 horas, con el objeto de «pillar» hachís para una amiga; que después se marcharon hacia la zona de copas para buscar a unos conocidos que celebraban un cumpleaños. Pero lo que parece cierto es que entre las 22.00 y las 23.00 horas acudieron a sus casas para cambiarse de ropa. Los trajes sucios se los llevaron a casa de I. S. C., donde la policía los encontró al día siguiente, lavados y tendidos pero con restos de sangre. La navaja la dejaron clavada en una maceta en casa de R.C.T.

Una vez que creían eliminadas las pruebas, fueron a buscar a los amigos de fiesta. No los encontraron pero tomaron copas por su cuenta. La policía cree que esa parte de la versión es cierta: bebieron, pero después de haber segado la vida de Clara.Cuando regresaron a casa de I.S.C. escribieron sobre el papel las explicaciones y las justificaciones que ofrecerían a la policía en el caso de ser interrogadas, una labor que se prolongó algo más allá de las 0.30 horas, cuando, en teoría, se habían echado a dormir en una cama nido.

Al mediodía siguiente, cuando ya había sido hallado el cadáver, a las 14.00 horas, en la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía de San Fernando el padre de Clara clavó su mirada en los ojos de R.C.T. y le espetó: «¿Qué le has hecho a mi hija?», a lo que la chica, que aún no estaba detenida, respondió: «Yo no he sido». La madre de la niña asesinada fue más allá y cogió a I.S.C. por los pelos en un ataque de rabia. La madrugada se había llevado por delante las coartadas inventadas.

Los inspectores de homicidios querían cerciorarse, siguiendo la pista gallega, de que aquel crimen incomprensible no tuviese ninguna conexión, a través de Iria, con alguna secta o culto satánico gallego que pudiese estar conectado con aquel asesinato absurdo. Pero no existía tal conexión. No había ninguna explicación ritual, ni esotérica, ni sectaria que  ayudase a comprender aquel brutal asesinato. Y eso es lo que lo hace más horrible…

Matar es un placer
“Las brujas de San Fernando”, como han pasado a la historia criminal española Iria Suarez y Raquel Carlés, llevaban meses fantaseando con la idea de matar. En diciembre de 1999 Iria había escrito a Raquel: “¿Quieres matar? Lo haremos, sólo dime a quien…”. En abril del año 2000 Jose Rabadán, otro joven de 16 años, aficionado al ocultismo, asesino a toda su familia con una espada samurái. El “asesino de la katana” se convirtió en un icono para las “brujas de San Fernando” que, según me confirmaron los policías, habían escrito varias cartas al joven, y tenían incluso el teléfono de la prisión donde se encontraba recluido. Fue el detonante para ejecutar su fantasía homicida. Si el pudo hacerlo, nosotras también… Y lo hicieron.

Se puede hacer un minucioso recorrido por todo el proceso, pero no se encontrará nada más que el hecho. Sólo unos meses antes , las tres -Klara, Raquel e Iria- lloraban abrazadas ante el tablón que anunciaba que Raquel tendría que repetir curso. Unos meses después Klara, la que no paraba de dibujar unicornios y fabular con magia blanca, se separaba de Iria y Raquel, que alardeaban de su magia negra, para irse con un chaval atractivo y deportista. Se iniciaba un proceso que se abre cada primavera en las muchachas. Juegos de amor. La perversidad de las asesinas también era un juego. Un juego psicótico.

A la hora del juicio, había poco que dilucidar. Los testimonios demostraron cómo esa noche Iria y Raquel organizaron todo para matar. Llevaban un tiempo dándole vueltas a la cabeza. Iria llegó a decirle a Raquel unos días antes: «¿Quieres que mate a ésta? Mataré por ti». Estaban sus lecturas, los cuentos retorcidos que encontraron en su ordenador y que ella había escrito, según quienes los han leído, con notable estilo literario. En sus apuntes se lee: «Me he sentido muy alegre de saber que tengo a alguien que me protege. Al llegar a casa tuve que salir a comprar a la tienda, era como si alguien me abrazara en ese momento. Me siento acogida. En el cuarto hay algo o alguien, no esta vacío y me reconforta». Estaba hablando de Demon, su demonio de guardia. Demon era una gran fabulación en una vida fabulada, la vida de una adolescente obsesionada por la muerte, por la otra frontera.

La ley dice que entender esa frontera tiene una edad. 18 años. Si Raquel hubiera obedecido a Iria sólo doce meses más tarde, estaría aún en prisión. Doce meses después, con un curriculum académico descorazonador, con una vida familiar que coqueteaba con el abismo, con un complejo de fealdad inasumible, quizá también habría matado. Según los testimonios que se han podido recoger en el centro de Carabanchel en el que estuvo recluida, Raquel entró en una situación de shock. Sus 17 años, y no 18, le dieron otra oportunidad.

El debate se reproduce cada vez que un menor comete un crimen. La última vez que se han vuelto a escuchar los mismos argumentos a favor y en contra ha sido hace unos meses, después de que la niña Cristina Martín, de 13 años, fuera encontrada en un hoyo de la población toledana de Seseña. Había sido asesinada por una compañera del instituto, de 14 años. Pero nunca el ruido fue tan fuerte como los días que siguieron a la muerte de Klara. Seguramente tuviera que ver ese enfrentamiento entre niñas malas y buenas, entre los unicornios y Demon. Era inexplicable. Todo había sido preparado para degollarla, para asestarle 32 puñaladas. Las asesinas no tenían dudas de que iban a matar. El padre de Klara tachaba la ley de «injusta. Queremos que se haga justicia, algo imposible con esta nueva ley lamentable». 

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La ley no podía haber tenido peor estreno. Entró en vigor en enero de ese mismo año, sólo tres meses antes de la muerte de Klara. Urra, el psicólogo que habló con Iria y Raquel, fue preguntado tras la muerte de Cristina en Seseña por la Ley del Menor. Recordó que es una buena ley, que en estos diez años ha reinsertado al 87% de los jóvenes condenados. Y entonces se acordó de Klara: «Lo que ocurre es que en casos como el de Klara no se puede entender que tengan unas penas tan breves. Endurezcamos las sanciones, pero tendremos a más menores con más tiempo privado de libertad y no evitaremos más delitos. Si no hay desarrollo moral, los chicos pueden ser muy peligrosos».

Todos los informes realizados en el último periodo de su breve reclusión dicen que Iria y Raquel no parecían peligrosas para la sociedad. Porque ya no eran adolescentes, porque ya no eran menores. Extraña madurez. Pero es imposible, diez años después, saber qué pasó por la cabeza de estas dos jóvenes mujeres anónimas en la mañana del 26 de mayo de 2010. Despertarse y recordar: «Soy una asesina».

Por desgracia, tras un amplio porcentaje de los crímenes que llegan a los titulares de prensa con la etiqueta de “satánicos” no hay más que esto. Una empatía morbosa, casi lasciva, un lujurioso afán de trasgresión, rebasando todas las fronteras morales y racionales. Matar solo por el placer de sentir el poder divino de decidir sobre la vida y la muerte de un ser humano inocente. En realidad, este planteamiento tiene mucho de satánico, aunque no exista un culto organizado detrás de esos crímenes. 

http://www.diariodecadiz.es/article/provincia/301704/acerca/klara.html

http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2005/503/1117922404.html
http://elpais.com/m/diario/2000/06/01/espana/959810423_850215.html

http://agendadelcrimen.blogspot.com.es/2015/07/iria-y-raquel-las-brujas-de-san-fernando.html?m=1

http://andaluciainformacion.es/m/?a=31342&friendly_url=san-fernando&t=Las%20dos%20asesinas%20de%20Klara%20Garc%C3%ADa%20disfrutan%20de%20libertad%20desde%202006

https://ladyalcon.wordpress.com/2011/01/13/el-crimen-de-san-fernando/

http://www.diariodesevilla.es/article/andalucia/713970/haday/las/brujas.html

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